31.12.15

SELFIE

No se trata sólo de prever el futuro, sino de hacerlo posible.
Antoine de Saint-Exupéry

Luego de caminar a oscuras, superados tres años de andares aciagos, llegó a mí este 2015, el que recordaré como uno de los años más solitarios; sin tristeza ni desolación. Por el contario... Uno puede ser su propia adversidad, y la soledad siempre es desafío a vencerte a ti misma, avanzar aún con el miedo corriéndote en las venas.


Cada imagen compartida de este año es el recuerdo eterno de mis victorias sobre mis temores y ansiedad. Los mejores momentos de la vida no salen en las fotos, por eso este año sólo viste instantáneas de mis conquistas cotidianas, de los retos salvados a pura fuerza de voluntad, sólo yo y mi fiel escudero, motor de mis andares.
Autorretratos que memoricen, para mí y te recuerde a ti, que he peleado mi propia batalla y que un año de soledad ha sido la madre de todas las guerras; con treguas y bajas; heridas de batalla y laureles de triunfo.
Porque hubo un tiempo en que no podía salir a la calle sin que las manos me sudasen, que dejar la cama era sentir el pálpito de mi corazón acelerado y la incertidumbre como adrenalina recorriendo mi espalda.


Este año, recobré mi fuerza, me volví hacia mí, sin deberle nada a nadie y me di completamente a mí, siempre alimentada de valor por mi fiel escudero y mis leales huestes.
Así, me alimenté con alquimias que yo misma preparé, me metí a la cocina para prepararme bocados de amor vegetariano; estudié para no pensar; reprobé un examen y remonté mi calificación a la perfección; caminé en los lagos, bosques y calles que esta hostil ciudad me ofrecía para no cerrar los ojos al futuro. Volvía a escribir, a pintar, a respirar con mis propios pulmones. Me enamoré tres o cuatro veces y me desenamoré otras tantas. Me mojé con la lluvia y vi pasar el cielo con todos los colores que las estaciones me permitieron. Volví a mover mi cuerpo con disciplina.

Me reencontré con los libros, me hice amiga de los caracoles, acaricié con la mirada una garza tan solitaria como yo; pisé la hojarasca y metí los pies en el lodo. Vi la mejor película del año y fui a una boda sin pareja sin sentirme cohibida porque era más grande el amor que la inseguridad.
Vacié cajones donde él y yo nos encontramos y apenas nos saludamos con cordialidad. Vi las pasiones esfumarse de mi corazón y volver la serenidad.


Vencí los sonidos de la noche, las miradas ajenas y la maledicencia. Las calles oscuras ya no me atemorizan y perderme en la ciudad ya no se sufre.
Yo por ello, en la soledad de mi habitación, agradezco a la vida la soledad, esa soledad pacífica, de la que sabes puedes salir cuando quieras porque la gente a tu lado te ha dejado para hacerte libre y puedes volver a ella cuando quieras.




Este nuevo año, debo elegir una nueva libreta y completar la tarea, firmar los acuerdos de paz y colocar estatuas de Niké en las tierras conquistadas, para no olvidar que puedo hacerlo, aunque al final del año haya caído y tenga que comenzar de nuevo.